Otra vez está golpeando nuestra puerta,
la señora vestida de
negro, incierta.
No se conforma con
llevarse a uno solo,
anhela llevarse más,
sin miramiento alguno.
Su sombra lúgubre se
cierne sobre nosotros,
mientras el viento
susurra tristes coloquios.
La parca, implacable,
busca su tributo,
yace en cada rincón,
sin pudor ni disputa.
¿Cuál será su designio,
su macabra intención?
¿Por qué se lleva a
aquellos que queremos?
La señora de negro, sin
rostro ni voz,
despierta miedos
profundos, en cada uno de ellos dos.
La vida, frágil hilo en
el tiempo,
parece esfumarse en un
suspiro, sin remedio.
La muerte acecha,
impaciente y despiadada,
cosechando almas, en su
trágica jornada.
Pero resistiremos, en
su oscura presencia,
enfrentaremos su
embate, con fuerza y sapiencia.
Unidos en amor y en
nuestra valentía,
desafiamos a la señora,
con alma y poesía.
No se llevará más de lo
que permitamos,
nos aferramos a la
vida, aunque las lágrimas derramamos.
La señora vestida de
negro, en su marcha constante,
no será dueña de
nuestra esperanza radiante.
En cada día vivido, en
cada risa compartida,
desafiamos su poder, su
fuerza temida.
Porque en el amor y en
la unión encontramos refugio,
y así, la señora
vestida de negro, no nos tendrá cautivos.
Pues, aunque su visita
sea inevitable y cruda,
seguiremos luchando por
mantener la vida plena y desnuda.
No permitiremos que nos
arrebate en exceso,
nuestro amor y nuestra
fuerza serán siempre nuestro acceso.
Así que enfrentemos
juntos, sin temor ni desmayo,
la señora vestida de
negro, en su rostro sombrío.
Porque en nuestro amor
y en nuestra unidad,
la muerte no podrá
llevarnos más, ni en la eternidad.
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