viernes, 6 de junio de 2025

El arte lunar de mantenerse entero

 


Lidiar con personas que no razonan, no escuchan, que pisotean las emociones ajenas con la torpeza del ego inflado,

puede ser una prueba especialmente dura para alguien nacido bajo el signo de Cáncer.


Este ser lunar no solo siente: habita el sentir.

No solo recuerda: revive.

Su memoria emocional es una marea antigua que lo recorre por dentro como un canto de abuelas olvidadas.


El cangrejo absorbe.

Y cuando la vida lo enfrenta a la necedad emocional, no es un simple roce del día:

es una batalla entre su instinto de nutrir y su necesidad de protegerse.

Porque incluso cuando el otro no lo merece, su alma generosa quiere comprender.

Y eso... lo desgasta.


Pero el cangrejo tiene un secreto: su coraza no es cobardía, es sabiduría.

Por fuera puede parecer melancólico, pero por dentro late una voluntad que ha cruzado océanos sin romperse.

Su espíritu es antiguo, salvaje, ancestral.


Tratar con idiotas, para él, es más que un reto mental:

es un ejercicio espiritual.


Porque el idiota no es simplemente quien ignora,

sino quien desprecia la empatía,

quien exige explicaciones sin querer entenderlas,

quien hiere con ligereza y luego se refugia en la burla.


Para el cangrejo, ellos representan una amenaza a su esencia...

pero también, un maestro disfrazado.


Y entonces, aprende.

A poner límites sin culpas.

A decir “no” sin explicarse.

A elegir el silencio como espada.

Porque no todo merece energía.

Porque hay lugares donde su alma no tiene que entrar.

Y eso no es crueldad: es autocuidado.


El cangrejo tiene una verdad que no necesita gritar.

Una emoción que no se discute: se siente.

Y cuando habla desde allí, desarma.


A veces, la mejor respuesta es una sonrisa sutil,

una frase ambigua,

una retirada elegante que pesa más que mil discusiones.


Tratar con idiotas agota, sí.

Pero también fortalece.

Cada decepción es un ladrillo en su castillo interior.

Cada herida se convierte en canción de poder.


Porque el cangrejo no se vuelve piedra:

se vuelve río que elige por dónde fluir.


Su sensibilidad no es debilidad:

es brújula.


Y cuando se reconoce a sí mismo,

cuando se nombra con la voz temblorosa de quien ha sanado a solas,

no hay estupidez ajena que lo apague.


Su alma, profunda y silente,

solo la entienden quienes también han aprendido

a habitar el abismo sin perder la luz.


Allison Panizza
06/06/2025

jueves, 15 de mayo de 2025

110 años de amor sembrado. En homenaje a mi abuela, nacida un 15 de mayo de 1915

 




Hoy, 15 de mayo, hace ciento diez años, nacía mi abuela.

Una mujer valiente, fuerte como el roble y dulce como la tarde después del verano.

Pilar de esta familia, sostén de trece hijos,

todos criados con respeto, con valores, con firmeza de madre que no temblaba.

 

Después de su partida en 1995, la casa ya no sonó igual.

El silencio se hizo otro, y la risa tuvo que acostumbrarse a su ausencia.

Pero su presencia quedó sembrada en los rincones,

como el aroma de sus tortelines,

que jamás nadie supo repetir —porque nunca dio la receta,

como si fuera su secreto de amor, sellado para siempre.

 

Viví con ella. No sé si fui su nieta favorita,

pero era la que estaba ahí, su sombra chiquita, su cómplice de juegos.

Cuando ella se iba de viaje, se me encogía el alma.

Corría a lo de Doña Elvira,

porque el mundo sin mi abuela me quedaba grande.

 

De noche, tras el informativo,

jugábamos a la conga, al chorizo, a la escoba de 15,

hojas y hojas con puntos, risas, carreras.

Ella, entre una risa y otra, tejía nuestras memorias.

 

No era amante de la cocina,

pero ¡ay, esos tortelines!

Nunca los probé igual ni en casa de mis tías.

Eran el sabor de su abrazo,

la receta que no dejó escrita y que vive en mi recuerdo.

 

Todos la respetábamos.

Era palabra mayor.

Los bisnietos la veían y enderezaban la espalda.

Un simple "shhh" suyo bastaba para poner orden.

Y si un gurí hacía lío, lloraba como si el mundo se le viniera encima.

Nadie, jamás, le faltó el respeto.

 

No era muy de salir.

Su mundo era su casa, su aguja de crochet,

las mantas que aún conservo como reliquias vivas.

Adela, su amiga, venía y entre mates de te con yuyos y silencio,

tejían milagros con hilos.

Prendas que hoy abrigan más que el frío: abrigan el alma.

 

Hoy, si estuviera viva, soplaría 110 velitas.

No las hay suficientes para celebrar su luz.

Porque mi abuela no se fue,

mi abuela se quedó en los juegos, en las mantas,

en la receta perdida de los tortelines,

en el respeto que enseñó sin gritar,

en la risa que tejía entre punto y punto.

 

Hoy no lloro su ausencia, celebro su existencia.

Porque una vida así no se apaga.

Solo cambia de forma.

Y desde alguna estrella, seguro,

ella hoy también sonríe…

mientras vuelve a jugar a la escoba de 15 con los hijos que hoy la acompañan.


Allison Panizza
15/05/2025

 

miércoles, 14 de mayo de 2025

La profecía del cangrejo

 


Hay una antigua profecía que no está escrita en piedra ni en papel, sino en el alma de quienes nacen bajo el signo de Cáncer. Grabada en la memoria del universo, fluye en las mareas, brilla en la luz plateada de la luna y vibra en el vaivén emocional de cada corazón regido por ella.

 

Es una promesa y una advertencia. Una bendición, y una condena.

 

Porque Cáncer está destinado a atravesar los fuegos de la sensibilidad, a hundirse en sus propias aguas profundas, a llorar, perder, reconstruirse y amar con una intensidad que pocos comprenden. Esa profecía siempre se cumple. No hay escape.

 

Desde muy temprano, los hijos de la luna perciben el mundo distinto. Captan lo que no se dice, sienten lo que otros ocultan. Aunque no siempre puedan explicarlo, reconocen lo que está mal con una certeza silenciosa. Esta percepción los vuelve testigos del dolor ajeno, guardianes de sus propias heridas.

 

Pero la profecía comienza cuando más intentan protegerse del sufrimiento: cuanto más se resguardan, más profundamente deben enfrentarlo. Porque en Cáncer, la madurez no llega con los años, sino con la intensidad de lo vivido.

 

Todo Cáncer conoce traiciones inesperadas, distancias que cortan como cuchillos, vínculos que parecían eternos y se desvanecen. No por debilidad, sino por su entrega absoluta a manos que a veces no saben cuidarla. Entonces, ese corazón que parecía hecho de cristal revela su verdad: no se quiebra, se transforma.

 

El dolor despierta una fuerza ancestral. Como la marea que retrocede solo para volver con más ímpetu, Cáncer renace. Porque solo quien ha sido profundamente herido aprende a sanar. Y solo quien ha sanado desde lo más hondo puede convertirse en refugio.

 

Así, descubre que su sensibilidad no es una carga, sino un don sagrado. Esa capacidad de amar incluso después del daño, de proteger aunque ya nadie lo haya hecho por él, de creer en la humanidad aun cuando el mundo mostró su rostro más cruel, es la esencia del milagro lunar.

 

La profecía también habla del hogar. No solo como lugar físico, sino como misión. Cáncer construye hogares con sus palabras, con sus gestos, con su energía. A veces se siente errante, sin raíces, perdido entre recuerdos. Pero incluso en su vacío, crea espacios donde otros se sienten a salvo.

 

En medio del caos, florece. Lo hace en silencio, sin grandes proclamaciones, con una nobleza que conmueve hasta los rincones más fríos del alma. Se vuelve guardián del recuerdo, escudo emocional, alma viajera que entiende sin juzgar.

 

Su crecimiento es lento pero profundo. Se forja con cicatrices, lágrimas, y decisiones ardientes. Con el tiempo aprende a decir no sin culpa, a poner límites, a soltar sin romperse. Comprende que no puede salvar a todos, y que primero debe salvarse a sí mismo. Y en ese acto de amor propio  «el más difícil para este signo» se cumple la parte más sagrada de la profecía: la metamorfosis de la vulnerabilidad en poder.

 

Ya no necesita la armadura del cangrejo para esconderse. Ha descubierto que su mayor fuerza reside dentro: en su mundo emocional, vasto y verdadero.

 

Cáncer no solo vive su historia: lleva consigo las historias de sus ancestros. Su sensibilidad no es solo empatía, es memoria ancestral. Sabe cosas que nunca vivió, recuerda dolores que no son suyos, pero que reconoce como propios. Por eso se convierte en guardián de lo invisible, en protector de lo que otros olvidan, niegan o descartan.

 

Su alma honra lo antiguo: símbolos, objetos con historia, gestos que evocan pasados que aún duelen o inspiran. No puede avanzar sin mantener el lazo con sus raíces. Ahí también vive su fuerza.

 

Otra parte de la profecía se manifiesta en los sueños. Cáncer camina entre mundos: lo onírico, lo sutil, lo invisible. Su intuición es brújula callada, pero precisa. Aunque a veces la ignore o tema, la vida siempre le recuerda que debe seguirla.

 

El arte también lo habita. Aunque no siempre se nombre artista, lo es por esencia. Pinta, escribe, canta, cuida, teje, cocina... transforma dolor en belleza, lo efímero en memoria, lo cotidiano en ritual. Cada gesto creativo es una rebelión contra la frialdad del mundo.

 

En los vínculos, Cáncer ama profundamente, pero también debe aprender a soltar. Descubre que el amor no garantiza permanencia, que cuidar no siempre evita el abandono. Esa enseñanza, aunque dura, lo libera. Porque cuando entiende que su valor no depende del otro, empieza a amar sin perderse en el proceso.

 

El cuerpo también habla. A veces, lo que no se llora se convierte en síntoma. Pero Cáncer aprende a escucharse, a cuidarse, a sanar desde adentro. Y en esa conciencia, se vuelve más sabio, más libre.

 

No perdona desde la altura, sino desde la humildad de quien ha conocido la oscuridad y ha elegido seguir amando. En la vejez del alma, cuando ya ha recorrido todos los paisajes emocionales, Cáncer alcanza una serenidad profunda. Vive sabiendo que ha sido fiel a su corazón, que ha amado con coraje, que ha dejado huella.

 

Y así, sin monumentos ni biografías, su existencia se convierte en legado. Porque cada vida que tocó, cada alma que refugió, lleva la semilla de su paso silencioso por este mundo.

 

Esa es la profecía del cangrejo.

Y como todo lo lunar…

Se cumple. Siempre.


Allison Panizza
14/05/2025