Lidiar con personas que no razonan, no escuchan, que pisotean las emociones ajenas con la torpeza del ego inflado,
puede ser una prueba especialmente dura para alguien nacido bajo el signo de Cáncer.
Este ser lunar no solo siente: habita el sentir.
No solo recuerda: revive.
Su memoria emocional es una marea antigua que lo recorre por dentro como un canto de abuelas olvidadas.
El cangrejo absorbe.
Y cuando la vida lo enfrenta a la necedad emocional, no es un simple roce del día:
es una batalla entre su instinto de nutrir y su necesidad de protegerse.
Porque incluso cuando el otro no lo merece, su alma generosa quiere comprender.
Y eso... lo desgasta.
Pero el cangrejo tiene un secreto: su coraza no es cobardía, es sabiduría.
Por fuera puede parecer melancólico, pero por dentro late una voluntad que ha cruzado océanos sin romperse.
Su espíritu es antiguo, salvaje, ancestral.
Tratar con idiotas, para él, es más que un reto mental:
es un ejercicio espiritual.
Porque el idiota no es simplemente quien ignora,
sino quien desprecia la empatía,
quien exige explicaciones sin querer entenderlas,
quien hiere con ligereza y luego se refugia en la burla.
Para el cangrejo, ellos representan una amenaza a su esencia...
pero también, un maestro disfrazado.
Y entonces, aprende.
A poner límites sin culpas.
A decir “no” sin explicarse.
A elegir el silencio como espada.
Porque no todo merece energía.
Porque hay lugares donde su alma no tiene que entrar.
Y eso no es crueldad: es autocuidado.
El cangrejo tiene una verdad que no necesita gritar.
Una emoción que no se discute: se siente.
Y cuando habla desde allí, desarma.
A veces, la mejor respuesta es una sonrisa sutil,
una frase ambigua,
una retirada elegante que pesa más que mil discusiones.
Tratar con idiotas agota, sí.
Pero también fortalece.
Cada decepción es un ladrillo en su castillo interior.
Cada herida se convierte en canción de poder.
Porque el cangrejo no se vuelve piedra:
se vuelve río que elige por dónde fluir.
Su sensibilidad no es debilidad:
es brújula.
Y cuando se reconoce a sí mismo,
cuando se nombra con la voz temblorosa de quien ha sanado a solas,
no hay estupidez ajena que lo apague.
Su alma, profunda y silente,
solo la entienden quienes también han aprendido
a habitar el abismo sin perder la luz.
Allison Panizza
06/06/2025
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